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Los caminos de la soledad


Allí estaba, recostada a unos centímetros de un cuerpo que me provocaba una profunda soledad doliente. En el silencio de la noche helada mi alma lloraba sin emitir sonido alguno. Deseaba huir, pero aún no encontraba la puerta hacia mi libertad. Sin embargo, algunas veces, esta parecía dibujarse en la inmensa oscuridad, ¡Una salida!, exclamaba muda, ¡está tan cerca!, tan solo debo encontrar las llaves perdidas en algún rincón del océano de mi ser. ¿Pero dónde están? Hundidas en algún hueco misterioso demasiado pequeño, aun para mis largos dedos... 

La mañana, por fortuna, traía consigo esa energía especial que siempre amé. Inmutable, me despedía con fingida sonrisa y escapaba hacia el mar gélido de aquella Tierra del Fuego misteriosa. Observaba a mi alrededor la escasa vegetación árida azotada por un viento áspero, las pequeñas olas acompasadas, el extraño azul de las aguas, la costa de piedras y las aves siempre valientes en un vuelo que parecía sacrificado y, al fin, podía abrazar a la otra soledad, una que necesitaba desesperadamente para reencontrarme con mi alma. Una soledad alejada de las voces y cercanías incómodas, de esas que me indican falsa compañía y me sumergen en aquella soledad indeseada, esa que se siente intensa cuando uno comparte el espacio con un ser que nos distancia de nuestra esencia y nuestro bienestar. 

Soledad. Aunque a veces lo niegue, por momentos sospecho que ella habita en mi centro, inevitablemente. Si pudiera deshojarme como a una rosa, allí, en su núcleo develaría secretos de mi identidad aún por descubrir, pero también reconocería a viejas compañeras como la ensoñación, la dulce melancolía y a mi protectora soledad. Hay pocas imágenes impresas de mi infancia, esa etapa tan íntegra de la vida, que no reflejen aquellos estados de mi alma a través de mi mirada. 

Infancia, junto a una de mis hermanas menores.


A lo largo de mi existencia observé en mí y en muchos la costumbre de huir de ella, la tan temida soledad.  Agendas colmadas de actividades sin blancos, relaciones fallidas cuyos vacíos son rápidamente vueltos a llenar, hijos traídos al mundo como utilidades para “no quedarme solo de grande, si no ¿quién me va a cuidar?”, “televisor para apagar la transmisión” tal como canta Zoe, ruidos e imágenes constantes e inhibidores de pensamientos propios que puedan despertar a los demonios, que siempre deseamos ahogar. Asfixiar, sin comprender que ellos tienen mala prensa, pero no son esencialmente malos; nuestros demonios son portadores de alertas, despertadores, oscuridades que normalmente ansiamos barrer bajo la alfombra, pero que intentan emerger constantemente para que los atendamos, los miremos a los ojos a fin de tomar las riendas, enfrentarlos como héroes y renacer más angelados y luminosos que nunca.   

En cada uno de nosotros habitan ángeles y demonios que nos hablan e interpelan. En la estructura literaria basada en “el viaje del héroe” es en la soledad que el protagonista puede escucharlos, afrontar las oscuridades y abrazar sus luces hasta revelar su verdadera esencia y descubrir su identidad por fuera de lo otorgado. Pero para lograrlo, claro, debe atreverse a traspasar el umbral del Mundo Ordinario e ingresar al Mundo Extraordinario, tal como le sucedió a la maravillosa Alicia.  Qué complejo me ha resultado tantas veces...

El Mundo Ordinario se caracteriza por ser un lugar en donde podemos tener un pasar aceptable en apariencia, normalmente acorde a lo que es correcto para la imagen social. Pero hay algo que yace oculto en ese niño interno que el héroe ha abandonado en la vorágine de la adultez, que puja por salir y le quita la paz y el sueño. Ese Mundo Ordinario le teme a la soledad, es un gran enemigo e infunde un miedo extremo. Ella nos obliga a preguntarnos si estamos bien, si somos felices, si estamos transitando por el camino correcto - nuestro camino correcto- y, por sobre todo, nos obliga a observar con atención a nuestros ángeles y demonios y preguntarnos si nos gusta lo que vemos en el espejo, si nos queremos. Esas preguntas revolucionarias por supuesto dan pavor. 

En el Mundo Extraordinario, en cambio, la soledad, lejos de ser un enemigo, trae la salvación. Está representada en la imagen de la cueva, tal como en La Odisea y tantas otras narrativas más, y es la metáfora de nuestro espíritu, nuestro núcleo, nuestro centro, nuestro interior... Para el héroe esta significa una de las batallas más duras, se trata de una soledad inevitable que contiene la llave hacia la propia verdad y la libertad. Cuesta entrar a la cueva, pero un héroe debe hacerlo, ya sin aliados, sin excusas, sin ruidos distractores. Solo. Nadie más puede descubrir lo que hay dentro más que uno.  En clave literaria, el anillo a cargo Frodo siempre retornará a Frodo por más que se lo de a un amigo, porque representa su lucha, sus búsquedas, sus demonios, su salvación y solo él es capaz de enfrentar tamaño desafío y completar la tarea dentro de una cueva que le pertenece. Es su misión.



Y al final, en ese instante cuando uno ha revelado su verdad, puede regresar de aquel viaje colmado de descubrimientos al Mundo Ordinario y amar intensamente a la soledad por sí misma, sin que provoque miedo o signifique un escape de salvación. Porque cuando uno devela sus deseos auténticos, encuentra nuevos aliados que lo harán sentir lo opuesto a la soledad doliente de aquel dormitorio del fin del mundo.       

Porque cuando uno está cómodo en su piel, la soledad se disfruta. Sucede porque uno ya no se encuentra solo, sino con uno mismo, gusta de su propia compañía y las voces internas le agradan, ellas están alejadas del autocastigo y los interrogantes permanentemente incómodos; no hay necesidad de huir. 

Siempre digo que a Tierra del Fuego viajé sola, aunque fui de a dos. Estaba sola cuando estaba acompañada, y en los momentos de pura soledad me encontré. Fue un viaje hacia mi interior, fue mi salvación. 

*

Me despido con esta melodía que me llega al alma, los invito a escucharla y atender su letra. Hasta pronto. 
(Mi libro Volver a empezar está disponible en Mercado Libre https://articulo.mercadolibre.com.ar/MLA-753884872-libro-volver-a-empezar-_JM?quantity=1)





Comentarios

  1. Hermosas y reflexivas palabras, como siempre un gusto leerte! Y esa canción que cala profundo, la soledad también puede ser reconfortante si uno se atreve a ella :)

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    1. qué lindo que te gustó el texto y la canción. Beso grande y gracias por compartir tu sentir!

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Siempre tan mágica, Cari. De los mejores encuentros aquel el de la soledad en el gran viaje del héroe. Gracias por traérmelo a mi presente y recordarme su belleza. SOS LUZ.

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