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Sobre el coraje de emprender el viaje del héroe



Me recuerdo con cuatro o cinco años vagando con mi hermano por los extensos descampados de uno de los barrios de nuestra infancia. En la cuadra, eterna y enmarcada por calles de tierra, apenas sí había dos o tres casas perdidas entre la maleza salvaje y sin cortar. Aquellos pastizales eran tan altos que sobrepasaban mi cabecita infantil y yo imaginaba que estaba en la selva de algún país exótico y lejano.  
Cierro los ojos y puedo sentir el perfume de la vegetación descontrolada y del barro mojado proveniente de los charcos que creábamos para alojar a nuestros sapos, que eran nuestras mascotas, junto a nuestro perro y algún conejo de turno tan blanco como el merengue y que nunca vivía demasiado. 

Las vacaciones de verano eran nuestro paraíso eterno. Entre el calor y el sonido estridente de las chicharras, los grillos, los tábanos y las abejas, el tiempo se sentía como suspendido, creando una nueva dimensión dentro de la rutina anual de nuestra corta vida. Por aquellos días nos despertábamos al alba y partíamos con rumbo desconocido hacia nuevas aventuras en las cuales nos encontrábamos ante desafíos increíbles y en donde debíamos hallar herramientas y aliados para enfrentar a nuestros enemigos y al sinfín de obstáculos que se nos presentaban a cada paso. 

Estuvo aquella vez en la que cavamos una gran fosa que escondía una nave espacial con la que podíamos emprender viajes hacia otras galaxias. Yo quería encontrarme con Skywalker para recorrer con él esos fantásticos planetas con criaturas extrañas y desiertos rocosos. Y aquella otra vez, cuando tuvimos el coraje suficiente para adentrarnos en la casa de la bruja mala sin que nos viera y explorar las decenas de jarrones con pócimas que almacenaba en su habitación secreta. Sí... en cada travesía nos esperaban incontables peligros, pero también grandes recompensas.  

Antes de que bajara el sol, emprendíamos nuestro regreso al hogar, agotados y hambrientos, pero con un halo de paz proveniente de los descubrimientos y aprendizajes. Cada mañana respondíamos al llamado de la aventura y cada tarde regresábamos a nuestro punto de partida; a un lugar que era el mismo que habíamos dejado y en donde nos esperaban las mismas personas de siempre. Pero nosotros, en cada retorno, volvíamos indefectiblemente cambiados. Cada día nuestro pequeño viaje de héroe nos transformaba para dejar atrás un fragmento de quienes solíamos ser y darnos la bienvenida a nuevas posibilidades. 



Ya de grande, comprendí que a lo largo de nuestra vida se nos presentan, una y otra vez, “llamados” que nos marcan que es tiempo de emprender un viaje del héroe. De niños, solemos responder a ellos con naturalidad curiosa, sedientos por descubrir, absorber vida, cambiar y, así, crecer. Todavía lo suficientemente libres y menos sujetos a las cadenas del sistema que la adultez impone, implacable, en la infancia logramos ingresar a otras dimensiones y eludir con éxito el canto hipnótico de las sirenas que nos quieren hundir y llevar a la perdición. 

De adultos, en cambio, las cadenas se fortalecen y las sirenas, tan hermosas, nos reciben con melodías demasiado tentadoras como para dejarlas pasar. Y ellas, poderosas, ya no nos esperan a medio camino de nuestra aventura, sino al comienzo; allí, las sirenas nos adormecen para ahogar los llamados desesperados que nos indican que es tiempo de cambiar... 

Aturdidos, a esos llamados los escuchamos demasiado lejos y, generalmente, decidimos no atender.  

Atender es cosa de héroes. 

Se describe al viaje del héroe como una instancia crucial en la vida en la que debemos emprender la travesía hacia el autodescubrimiento. El héroe está inserto en un mundo ordinario, común y sin demasiados sobresaltos, pero vive tenso, en un estado de constante malestar apenas perceptible, pero siempre presente. Y así, sumido en el descontento, un día recibe “El llamado”. Su primer instinto es no atenderlo, porque sabe que eso implica un cambio y él, por supuesto, le teme. Pero otro buen día, un suceso o algunas palabras cruciales, logran plantar ante él la verdadera revelación que lo llevará hacia el camino de lo inevitable: ES HORA DE EMPRENDER EL VIAJE. Uno literal o uno interno, que incluso puede sucederse aun sin siquiera movernos de una habitación. 

En la travesía hacia el autodescubrimiento, que no es ni más ni menos que un camino hacia nuestra verdadera esencia e identidad, el héroe debe enfrentarse a un mundo desconocido, con reglas nuevas. En él, tendrá que adentrarse a “la cueva interior” para luchar contra sus enemigos, que pueden existir físicamente, pero que generalmente se tratan de los propios demonios que habitan en el ser.   

Después, indefectiblemente, llega la muerte. 

Sí, la muerte es inevitable, porque cuando un héroe emprende su travesía y vence a los enemigos, todo cambia. La persona que solía ser antes de partir muere para renacer transformada. Dueño de su descubrimiento, recién ahí es capaz de regresar a su hogar. Ese hogar será un espacio que no ha cambiado, pero como él sí lo ha hecho, ya nada volverá a ser lo mismo.  

Retornar al hogar, es volver hacia el propio ser, pero desde una verdadera esencia; el cuerpo físico no ha sido alterado, pero su interior sí ha experimentado una magnífica transformación.    

Inevitablemente, cuando el héroe cambia su entorno cambia. Y así, gracias a su revelación, él llegará con un mensaje colmado de aprendizaje, que querrá propagar para que toda su aventura cobre un sentido real y significativo. 



Se llama a los protagonistas de las tramas literarias héroes, porque se requiere de mucho coraje para atender “El llamado”. Y estos héroes siempre fueron fuentes de inspiración para nosotros, los mortales “comunes”, necesitados de las aventuras de los otros para llenarnos de valor propio. Sin embargo, en nuestro presente, en la cotidianidad de la vida creo pocos lo hacen. Nos cuesta atender. A veces es más sencillo adormecerse, aunque signifique vivir levemente y en constante infelicidad menguada por somníferos de todo tipo que apacigüen la tensión y esa urgencia por cambiar.  

Pero, como al final del día soy una eterna optimista, estoy convencida de que todos somos capaces de atender el llamado y emprender nuestro propio viaje del héroe. Tal como me sucedió hoy, siento que tan solo debemos cerrar los ojos y recordar nuestra valentía de la infancia. Rescatar a ese niño fuerte, ese tan ávido de aventuras y pleno de curiosidad ante lo nuevo que solíamos ser; uno que yace indestructible en nuestro interior.      

Y luego, cuando escuchemos el llamado, sólo restará atender. 
***

Me despido con esta gran banda y este tema que, una y otra vez, me toca las fibras más íntimas de mi ser: Héroes del silencio y su tema Héroe de leyenda.




A ustedes, ¿les ha tocado alguna vez atender el llamado hacia el cambio? ¿Se animaron a emprender su propio viaje del héroe? ¿Les gustaría hacerlo? 

PD: Acá una foto de mi hermano y dos amigos en aquella casa de la infancia. En uno de nuestros charcos con sapos y donde el pasto estaba un poco más corto...



Comentarios

  1. ¡Qué lindo, Cari! Tus palabras forman parte del llamado de cada uno que se cruza en la belleza de cada caracter que escribís. Sos parte del llamado a despertar, un constante recordatorio para no bajar los brazos, para recordar quiénes verdaderamente somos y qué es lo que realmente anhelamos. Besos desde Uruguay, Mariana.

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    Respuestas
    1. Qué lindo que te haya gustado Mariana! A no bajar los brazos ni dejar de buscar nuestra verdadera esencia. Beso grande!

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  2. Que lindo texto!!
    Acompaña la sensación e inspira ♥️

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  3. Gracias por inspirar. La letra de la canción otro hallazgo en el camino.

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