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Amor romántico; "Amar es permitir que seas feliz, aun cuando tu camino sea diferente al mío"


Hace unos cuantos días ya que me siento muy vulnerable, como si avanzara a ciegas en un espacio sin paredes, sin techo, ni suelo firme; como si estuviera en caída libre constante y con la sensación de que la velocidad se acelera, incontrolable. Busco los frenos en mi propio cuerpo para aterrizar con suavidad en un lugar nuevo; quiero desacelerar, llegar y, sin embargo, le temo un poco a esa tierra prometedora que me espera. No sé por qué me atemoriza, es raro en mí. Tal vez sea la edad, que nos vuelve más sensibles a los cambios, menos preparados a recibir golpes de adrenalina extremos. 

Cuando estoy tan sensible sueño con agua, inevitablemente.  Abundante, caudalosa, desafiante, abrumadora agua, que todo lo invade ante mis ojos. Esto mismo me sucedió cuatro noches atrás. Apenas entré en la dimensión del descanso, esta llegó con la fuerza liberada de una represa quebrada en mil pedazos. 

En el sueño, yo me encontraba en un avión observando un océano y una ciudad cercana desde la ventanilla con fascinación cuando, de pronto, en el mar se formó una ola perfecta, hipnótica, cada vez s y más grande. "Miren esa ola que se está formando, tan fantástica"le decía a las personas sin rostro que se encontraban a mi alrededor. Enorme. Tan alta que la inundación sería inminente. Creció hasta rozar la panza del avión y rompió sobre el continente, implacable y comenzó a cubrirlo todo, cada árbol, cada montaña, cada edificación. Entonces volvimos a acelerar, a levantar vuelo hasta encontrar algún rincón de tierra firme en la cual poder posarnos, rodeados de un mundo sumergido. "¿Y ahora qué hacemos?", pensé cuando aterrizamos en la única isla visible. "No queda más opción que volver a empezar", concluí antes de despertarme, angustiada. 



Sí, estoy muy vulnerable. Sucede que, en apenas dos semanas, mi vida laboral cambiará por completo; pasaré de la dependencia a la independencia. Y lo que también ocurre es que, con mi pareja, decidimos apostar a la convivencia y es mi pequeño departamento de pisos de madera y gran ventanal, ese mismo que me supo cobijar, proteger y acompañar durante los últimos tres años, el que estoy - de a poco- dejando atrás 

Después de separarme de mi ex marido, ese, mi humilde hogar, fue el espacio en el mundo que me contuvo en tiempos de recuperar mi autoestima, de reconstruir los pedacitos de mi ser hasta reencontrarme, fortalecerme y renacer en una mejor versión de mi misma. Fue el rincón del universo que me ayudó a volver a empezar hasta el punto en que volví a creer en el amor. 

Tal vez por eso sea que estoy tan sensible, todos los cambios implican un riesgo. Con ellos, podemos perder, pero, sin ellos, es imposible ganar experiencias transformadoras, emocionantes y que nos recuerdan cuán vivos estamos. Y, sin embargo, me pregunto por qué tenemos la tendencia de ser tan drásticos y lanzarnos a dar saltos de fe y a explorar lugares nuevos de formas tan radicales. "Y sí, los cambios suelen venir todos juntos", me dijo una amiga. En mi caso, ¡vaya que es así! Una apuesta muy jugada en lo laboral y otra, muy intensa, en el amor. Dos pilares fundamentales de la vida, de nuestra paz mental y espiritual, que tendrán un recomenzar. 

En estos días estoy pensando mucho en el amor. Se dice tanto del amor. Se dice que debería fluir suave y sencillo, que jamás debería lastimar con intención, ni debería celar y que, cuando es sano, reposa en la confianza. Coincido, coincido profundamente y, sin embargo, creo que todas esas características nunca llegan dadas, servidas como por arte de magia, sino que se trabajan, se construyen y se fortalecen hasta asegurar buenos cimientos que sean difíciles de derribar ante el primer mal viento.  

Cada uno de nosotros es un ser humano distinto, con necesidades únicas, que se desprenden de nuestra historia, nuestra crianza, nuestros golpes y nuestras victorias. Creo que, en el amor romántico, a veces lo olvidamos. Al enamorarnos, nos encandilamos con esa alquimia que nos maravilla, con nuestro corazón que comienza a descongelarse, a expandirse, y queremos darlo todo, fusionarnos hasta ser uno, gustar de lo que el otro gusta, abrazar lo que el otro abraza y embebernos de todo su mundo. Y, en ese proceso, por momento perdemos de vista que no somos un corazón, somos dos. El desafío en la construcción del amor es comprender que somos individuos con necesidades particulares que eligen compartir sus mundos  



En la apuesta de la convivencia, cuando traspasamos la línea de la idealización romántica y nos entregamos al amor, considero que es clave comprender que debemos conciliar las diferencias, respetar las individualidades, no tomar al amor como una posesión, sino entenderlo como una instancia maravillosa en donde dos seres independientes eligen caminar juntos y que disfrutan del crecimiento y de aquellas cosas que le den felicidad al otro, aunque no siempre los involucren.  

Y esto, soy consciente de que no es fácil. Todos tenemos la tendencia de caer en las trampas del ego, en tener épocas con la estima más herida y querer que nos necesiten siempre, o instancias en las que desearíamos que el otro sea como es uno. Pero con ese tipo de expectativas nuestra pareja jamás cumplirá los requisitos, porque, justamente, todos somos distintos. 

No, no es siempre ideal, el amor no viene con el combo de la confianza ciega, el transitar fluido, sin heridas y sin enojos. No lo hace, porque las experiencias nos marcan y, aunque debemos hacerlo, hay mochilas que cuestan tirar.  Pero creo que es necesario liberarnos de nuestros miedos pasados y construir, con diálogo y sin apagar la personalidad del otro, una pareja que se base en el amor y no en la necesidad. 

Tal vez estoy vulnerable, porque cuando hay apuestas, hay riesgos. Pero arriesgarse también implica que uno se anima a vivir intensamente; visto de esa manera, pase lo que pase, voy a ganar. 

Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo. 

Amar es desear lo mejor para el otro, aun cuando tenga motivaciones muy distintas. Amar es permitir que seas feliz, aun cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. 

Como cierre, les dejo esta canción. No dejen de escucharla, es emocionante en todo sentido.

A ustedes, ¿qué sienten respecto a que el amor no es necesitar ni poseer?

Beso,
Cari

Comentarios

  1. Genial que te animes a los cambios!!! Sin duda pase lo que pase vas a ganar. Hay que atravesar los y luego vas a estar fortalecida. Te deseo lo mejor!!!

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    1. Miles pero miles de gracias por tus palabras. Son un mimo al alma y me alientan a seguir. Beso enorme!

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  2. Bello lo que expresas. Reflexiones que me ayudan a no sentirme solo con mis miedos en el camino de amar. Gracias!

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    1. Qué bueno que te haya ayudado. Lo lindo de compartir emociones es eso... Que uno descubre que no está solo. Todo lo mejor!

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  3. Soltar todo y largarse, que maravilla... decía Silvio en su canción, a los 50 años deje mi ciudad de toda la vida, mis hijos , y me vine a la cordillera a empezar de nuevo, sin trabajo, y sin conocer a nadie, salvo mi vieja, me instale en un ex galpón y hoy es una casa, con todos los miedos fué sin dudarlo la mejor decisición que tomé en mi vida. Querida Cari, siempre se gana cuando uno se juega por lo que siente!!! beso!!

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    1. Ay Susana!! Me encantaría saber más de tu historia! Qué inspiradora, qué coraje. Gracias por compartir... beso grande

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  4. El amor no necesita poseer, lo que necesita es compartir

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