Hay días como este, en los que tengo la exquisita sensación de que mi alma tiene el peso de una pluma. Días en los cuales no carga con sensaciones densas, ni acarrea con la difícil tarea de arrastrar rocas angulosas, sin que me corten y atraviesen el corazón. No es que sean días carentes dificultades o preocupaciones, pero simplemente no me asustan lo suficiente como para paralizarme; a ellas, las miro a los ojos, las enfrento y acciono.
Hay otros días, en cambio, en los que el simple hecho de levantarme me resulta una odisea. En ellos, siento que mis pies son dos yunques y que mis brazos se balancean lánguidos y sin ganas siquiera de agarrar la taza de café humeante, siempre delicioso. Es que en esos instantes mi alma, en vez de sentirse como una pluma, se encuentra sobrecargada de equipajes propios y ajenos y, claro, con tanto peso, le resulta difícil siquiera comenzar a carretear hacia el despegue de un nuevo día.
Hoy, y después de escuchar a una gran amiga de la vida que no está atravesando un buen momento, me detuve a pensar el porqué de nuestras emociones tan cambiantes, de nuestros estados del alma tan dispares, aun cuando los problemas nunca nos abandonen del todo en la vida.
Y creo que la razón se encuentra en lo despegados, o no, que estemos en esos momentos de nuestra propia identidad, de nuestra lealtad para con nuestro ser, del respeto por nuestra esencia.
A lo largo de nuestra vida nos veremos, una y otra vez, enfrentados a dificultades de menor y mayor escala; problemas que parecerán laberintos irresolubles y dolores que se sentirán como si jamás fueran a sanar y, sin embargo, el cómo nos sentimos para afrontar y atravesar esos ríos tumultuosos, dependerá de cuán fiel nos estemos siendo a nosotros mismos a la hora de accionar; de cuán atados estemos a las presiones de terceros y a las estrategias.
Estrategias. Por donde miremos estamos rodeados de estrategias. Estrategias sobre cómo mostrarnos para que nos perciban más bellos, más felices, más cultos, más "exitosos" y realizados; acerca de cuánto debemos callar y cuánto debemos decir; sobre cómo dosificar nuestras muestras de afecto y así lograr identificar cuánto es demasiado... o demasiado poco; si es conveniente ceder, dar, quitar, ayudar o soltar... Si en el trabajo debemos acoplarnos, rebelarnos, imponernos, cuidarnos, omitir, contar, festejar el chiste malo del jefe o reaccionar fieles a nuestro sentir. Sí, una vida cargada de estrategias, que, a veces, realmente pueden resultar muy convenientes, pero que, si nos aprisionan demasiado, nos pueden ahogar al punto de hacernos dudar y hasta olvidar quiénes somos, oscureciendo el alma.
Si ante cada dificultad, actuamos tal como el mundo sugiere que debemos hacerlo, alejándonos de nuestra propia esencia, el malestar interno crecerá y se pegará en nuestras entrañas como melaza, difícil de remover. En cambio, si reaccionamos libres de esas estrategias que nos insinúan dejar de ser quienes somos, el problema seguirá estando, sí, pero se enfrentará con la convicción de estar respetando la propia personalidad. Y esto, sospecho, se traducirá en noches de almohadas más livianas y despertares menos densos, derivados de esa orgullosa sensación de que uno está honrando su propia forma de ser.
Ya casi no lo dudo, mis días que se sienten livianos a pesar de todo, son aquellos en los cuales dejo de estar presa de las estrategias y actúo siguiendo mis emociones, tratando de no ceder identidad.
Ya casi no lo dudo, mis días que se sienten livianos a pesar de todo, son aquellos en los cuales dejo de estar presa de las estrategias y actúo siguiendo mis emociones, tratando de no ceder identidad.
"Cari", me dijo mi amiga el otro día, "Pruebo de todas las maneras, porque es familia. Es doloroso perder el contacto con la familia, uno quiere que lo amen y amarlos. Entonces omito, callo, digo a cuentagotas, doy para que las cosas funcionen, pero nada cambia y yo no doy más, vivo triste y agotada. Lo que realmente quisiera hoy es dejar de tratar. Hoy quiero soltar".
A veces, por más estrategias que apliquemos, deberíamos dejar de insistir en los mismos lugares creyendo que obtendremos resultados diferentes. Es cierto que la sociedad marca que hay que buscar todos los caminos posibles para estar bien con la familia, por ejemplo, pero si en esos intentos nos desdibujamos a nosotros mismos, nos enfermaremos el alma y nos terminaremos por apagar... Creo, sinceramente, que nada vale el sacrificio del alma. Sin alma no somos nadie.
Otra amiga, que está atravesando una de esas relaciones de semi amor que jamás se afianzan, me dijo: "No me deja ir, pero no se compromete a la relación. Ya probé de todas las maneras, pero me parece que, en el fondo, él está a la espera de algo mejor y mientras tanto está conmigo".
Sus palabras me recordaron a una vez, hace unos años ya, cuando un chico que me gustaba me dijo: "Es que deberías hacer algo distinto. No sé, sos mujer, ustedes saben de estrategias para conquistar. Pero no me llego a enamorar. Pero estás ahí, eh.... te faltan 5 para el peso". Sí, eso me dijo... ¡que me faltaban 5 para el peso!
A nadie le falta nada. Todos estamos bien completitos con todos nuestros defectos y nuestras virtudes. Y cuantas más estrategias hagamos para ser más atractivos a los ojos del otro, menos fieles a nuestra personalidad estaremos siendo y, por supuesto, todo lo que derive de aquellos intentos, podrá dar como resultado muchas cosas, pero ninguna de ellas será verdadero amor.
Y hoy, mientras recordaba toda esa experiencia cuasi ridícula, abrí el Facebook y lo primero que vi fue un artículo que decía: "5 maneras de enamorar al chico que te gusta". Ufff, así estamos, rodeados por la creencia de que la clave está en satisfacer las necesidades ajenas, dejar de ser quiénes somos y poner en duda nuestra autoestima y forma de ser.
La "estrategia" que no es estrategia es solo una: serse fiel.
Porque no hay alma más pesada por la mañana, que aquella que sabe que debe levantarse para ser lo que otra persona quiere que sea... la que se levanta para fingir, o hasta ya olvidó quién es.
Así que acá estoy hoy, con alma liviana, y con mi taza de delicioso café, dispuesta a darle pelea a la vida, libre de estrategias, y siempre luchando por mis sueños, por mejorar y superarme, por ser quien quiero ser.
Para terminar, les dejo una de mis canciones favoritas de todos los tiempos. ¡Qué tema! ¡Qué banda! La versión de estudio se escucha mejor, pero no tiene alma.... Va en vivo:
Ustedes, ¿se encuentran a veces sumergidos y presos en estrategias de las que quisieran liberarse?
Beso,
Cari



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