Dicen por ahí que para alcanzar cierta constancia en el bienestar del alma a veces necesitamos ser algo "egoístas". Que debemos observarnos, escucharnos, atender nuestros instintos y conectarnos con aquello que sentimos y necesitamos, más allá de la familia, los amores, la sociedad y el qué dirán.
Creo que ser un tanto egoísta, en el sentido de pensar en uno mismo y en aquello que nos hace bien a nosotros en la vida, es una manera de alejarnos de la trampa del ego, aunque nos resuene como algo contradictorio.
Cuando estamos sumergidos en su trampa nuestro ego busca ser querido, admirado y aplaudido. Relegar nuestros propios sueños y deseos para atender únicamente las necesidades ajenas, por ejemplo, lejos de convertirnos en mejores, generosos y humildes, nos puede acercar hacia las aguas que nos transformen en seres manipuladores; seres que, a través del puro sacrificio, lo único que anhelan constantemente es el reconocimiento.
Caí y caigo muchas veces en la trampa del ego. En varias ocasiones he confundido la frontera entre dar y sacrificarme desinteresadamente, al hecho de hacerlo por miedo a que me dejen de querer.
A veces olvido que, si emprendo el camino de desdibujar mi personalidad para transformarme en un ser ideal, estoy cayendo en las redes de mi amor propio atormentado. Olvido que querer verse perfecto, abnegado y perpetuamente dispuesto, no es en todos los casos un síntoma de afecto puro hacia el otro, sino que puede reflejar una necesidad de admiración constante y miedo a la pérdida del amor.
Y sí, eso, definitivamente, es caer en la trampa del ego.
Una y otra vez tengo que hacer el ejercicio de recordarme que la primera que se tiene que querer, admirar y aplaudir soy yo. Y, para ello, necesariamente hay que ser algo egoísta.
Solo con mis necesidades del alma atendidas podré dar de manera genuina, humilde y sin exigir nada a cambio.
Otra manifestación de un ego abrumado se refleja en los sentimientos de superioridad que se desprenden de nuestros hábitos. Si nos creemos mejores personas por los libros que leemos, las películas que vemos, la música que escuchamos o la comida que ingerimos, caímos en la trampa. El sentimiento de superioridad siento que no es más que otra cara de la baja autoestima, la falta de seguridad y de paz mental; un hacer para que nos vean y nos aplaudan por nuestras actitudes.
En ese sentido, una vez más, deberíamos preocuparnos en sentir que nuestras elecciones son el resultado de lo que nos da bienestar a nosotros mismos, y no un camino para diferenciarnos o buscar el reconocimiento afuera.
Hace unos días, mi hermana compartió un texto relacionado a este tema, a nuestra tendencia en caer en sentimientos de superioridad. Quizás lo conocen, está escrito por un maestro espiritual llamado Mooji, y dice:
“Si crees que es más “espiritual” andar en bicicleta o utilizar el transporte público, está muy bien, pero si te descubres juzgando a todos los que conducen un auto, entonces estás en una trampa del ego.
Si crees que es más ‘espiritual’ dejar de ver la televisión por el daño que ésta hace, pero te descubres juzgando a todos aquellos que la ven, estás en una trampa del ego.
Si crees que es más “espiritual” evitar los chismes o los medios de comunicación, pero juzgas a aquellos que no lo hacen, estás en una trampa del ego.
Si crees que es más “espiritual” escuchar música clásica o música espiritual, pero te descubres criticando y juzgando a quienes escuchan música pop o de cualquier otro tipo, estás en una trampa del ego.
Si crees que es más ‘espiritual’ hacer yoga, convertirte en vegano, comprar sólo alimentos orgánicos, usar cristales, practicar reiki, meditar, llevar ropa sin marca, visitar templos y leer libros sobre la iluminación espiritual, está muy bien, pero si enjuicias a quien no sigue el mismo camino, entonces estás en una trampa del ego.
Mantente atento a tus sentimientos de superioridad; son el mayor indicativo de que te encuentras en una trampa del ego.
Al ego le encanta inmiscuirse por la puerta trasera. A cada oportunidad, entrará y tomará cualquier idea noble, como comenzar a meditar, y la torcerá para servir a sus propios intereses: Hacerte sentir superior a los demás.
Las mayores trampas del ego son la superioridad, el juicio y la sentencia".
Personalmente, no me cabe ninguna duda de que el juicio y la sentencia son sinónimos de nuestras propias inseguridades.
Si creo que doy más amor que el otro, que hago más sacrificios o que hago mejores elecciones de vida que muchos, me habré desviado de mis verdaderas búsquedas y mi calma mental.
Cada actitud que elija, la debo decidir por mí y no para sentirme importante ante los demás.
Para cerrar, les comparto este tema de una banda que siempre me gustó mucho y que transmite muy bien la sensación del tema de hoy:
A ustedes, ¿les cuesta no caer a veces en la trampa del ego?
Beso,
Cari
Cuanta sabiduria en tu reflexion Cari...siempre abriendo los ojos, poniendo luz...Gracias!
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Abrazo!
EliminarSin duda vivimos en la trampa de ego...creo q muchos fuimos formados, educados para responder a los estandares q se esperan, desde la mirada ajena, no la nuestra. El desafio de hoy pasa por ayudar a crecer conectados con ese yo real...
ResponderEliminarAsí es Maine, gracias por tu reflexión. Beso grande!
EliminarCuánta verdad! siempre tan lindo leerte!
ResponderEliminarGracias infinitas. Beso grande!
EliminarHermoso cari! Lo comparto!
ResponderEliminarQué bueno que te gustó. Adelante!
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