A lo largo de nuestra existencia atravesamos por épocas de aguas calmas, horizontes cristalinos, y nubes blancas que flotan suspendidas en cielos de un azul conmovedor. Pero también, surgen ante nuestra mirada perdida momentos de olas como murallas inquebrantables, que no sabemos si debemos sortear por lo bajo, saltarlas por arriba o atravesarlas por el medio para que nos embistan con toda su fuerza natural, y que nos revoleen como si nada pesáramos hasta sacudirnos las ideas de la cabeza y el alma.
Y, finalmente, aparecen aquellos otros días en los cuales es tiempo de atravesar una cueva, o un estrecho de curva cerrada, que no nos permite ver qué hay del otro lado. Pero, a pesar del miedo inevitable ante lo desconocido, a veces queremos saber, entonces nos animamos a avanzar para ser protagonistas de un nuevo horizonte que se presentará, intrigante, ante nosotros.
Así fueron mis últimos días, de cuevas y curvas cerradas que me conducirán hacia fortunas vírgenes para mi ser. Fueron y están siendo muy intensos; de cambios drásticos, profundos; días cargados de apuesta y valor. Soy muy emocional y, a veces, por demás sensible y llorona. Por eso, en este tipo de amaneceres de mi vida, suelo despertarme con una mezcla rara de sentimientos; con la sensación de querer llorar por horas y también reír, bailar y saltar de la cama para salir corriendo a abrazar la vida.
Son días positivos; mi cuerpo, mi piel y el pulso de mi alma me lo indican. A pesar de las incertidumbres, que se balancean efervescentes a la par de los cambios, mi espíritu se siente calmo y en paz. En pocas semanas, abandonaré viejas rutinas y me enfrentaré a nuevas aventuras, y se siente con adrenalina, se siente con cierto miedo, pero, por sobre todo, se siente correcto.
La diferencia entre lo correcto y lo incorrecto se respira en el cuerpo y en el alma. Pero, tantas veces, dominados por miedos devenidos en fantasmas y demonios que todo lo abarcan, lo distorsionan y lo nublan, decidimos desoír todas las señales y a nuestro instinto salvador.
Porque no siempre es tiempo ni es correcto navegar por tramos desconocidos. Durante estos días, estuve recordando aquellos momentos de mi pasado en los cuales surgía ante mí una cueva o una curva cerrada y todo mi ser me gritaba que no era por ahí por donde debía avanzar, pero igual lo hacía, muchas veces confundida por lo que creía que era amor, cuando en realidad estaba respondiendo a miedos, a mi identidad dominada, apagada y desdibujada hasta desconocerme.
Hay amores que son como los cantos de las sirenas de la mitología griega. Amores que en la superficie se ven encantadores, atentos, dulces, preocupados y cuidadores. No necesariamente te violentan físicamente, pero son predadores del alma y con sus palabras manipuladoras, como melodías hechiceras, nos separan de nuestra esencia y nos conducen hacia cuevas sin luz con la intención de hundirnos hasta confundirnos y desvanecernos en el fondo del mar de la impersonalidad.
Falsos amores, porque el amor que borronea nuestra esencia, no es amor.... La semana pasada, recibí una carta de una amiga que tengo a la distancia, que me lo recordó como nunca. Ella se dejó llevar por la voz hipnótica de un hombre y ahora está atrapada en la cueva y no sabe dónde se halla el recoveco para salir; busca ese halo de luz, porque tiene la certeza de que siempre hay escape; uno, que suele estar dentro de uno mismo pero que, a veces, es difícil de encontrar cuando nuestro espíritu se siente perdido.
En la carta, desgarradora en muchos sentidos, hubo un pasaje que me erizó la piel. Decía: Pero luego del caos él viene y me dice textual: "Qué trabajo me estás dando para que seas feliz. Hay que adiestrar esa cabecita. Vivo para vos, ¿sabías?".
En la oscuridad de una caverna, el protagonista difícilmente lo ve: no ve que todo, pero todo en esa frase está mal y es sinónimo de violencia para el alma y agresión en una de sus máximas expresiones.
Al leer esas líneas, recordé mis propios días oscuros y sentí náuseas y un dejo de esa vergüenza aún no del todo superada, por haberme dejado engañar por aquellos tiempos, cual niña inocente que no se resigna a dejar de creer en unicornios alados.
Pero, por suerte, un día llegó el clic y logré romper con mis cadenas invisibles; sin ellas, pude tener las manos libres para remover la venda de mis ojos.
Cada ser humano debe emprender su propia travesía hacia aquellos "clics" que provocan la caída de los velos. No tengo las fórmulas para que eso suceda más o menos rápido, porque cada ser es diferente, tiene otras historias de vida y maneja sus tiempos. Pero hay algo que sí puedo decir con seguridad respecto a una frase como: " Qué trabajo me estás dando para que seas feliz. Hay que adiestrar esa cabecita. Vivo para vos, ¿sabías?".
Ningún ser de esta tierra que nos ama debería hacernos sentir que somos un peso, un trabajo; nadie en este mundo que nos quiera bien, debería ser capaz de convencernos que es su responsabilidad hacernos feliz, siempre es nuestra. En las palabras envueltas de romance puede quedar muy lindo, pero, en lo cotidiano, nadie debería hacernos creer jamás, que viven para nosotros; esas son palabras de un victimario disfrazado de víctima, a fin de llenarnos de culpa nubladora. Pero, ante todo, ni un ser humano debe sembrar en nuestro espíritu la creencia de que llegamos a este mundo tan fallidos que hay que "adiestrar nuestra cabecita".
Creo que es el día en que nos damos cuenta de todo esto en su real dimensión, que el "clic" aparece de la nada, en un amanecer de curva cerrada. Una curva que se sentirá bien atravesar porque, a pesar de los miedos que tengamos, el instinto nos indicará que del otro lado nos esperan aguas calmas, nubes blancas y un cielo de un azul conmovedor.
Ese día, comprenderemos que el amor de pareja real, es aquel que nos alienta y ayuda a atravesar cuevas y curvas cerradas hacia destinos que elegimos por voluntad propia y que presentimos que son para mejor; un amor que jamás nos empujaría a destinos impuestos, alejados de nuestra esencia.
Para cerrar, les dejo una canción que alguna vez compartí en el pasado. Escuchen, sientan y vean el video. Cuando estén perdidos y no sepan cómo encarar los mares tempestuosos, sólo sigan al sol:
Ustedes, ¿les pasó alguna vez de sentirse atrapados por palabras encantadoras que creían que eran de amor, pero que los llevó por caminos complejos? ¿Lo pudieron ver y salir?
Beso,
Cari




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