La luna llena me vio llorar mientras volvía del almacén de la vuelta de casa. Llevaba papas, calabaza, varias bebidas y el peso de mi alma, que se arrastraba por el piso, “¡El piso es nuestro!”, suele exclamar Flor cuando estamos tristes, entonces reímos. ¡Qué extraña y agridulce vida!, podemos deambular por nuestro infierno y, aun así, reír dentro de él. La luna me siguió mirando, tan hechicera, ella tiene carácter, sabe cuándo mostrarse en todo su esplendor y cuándo emprender, muy de a poco, su retirada, para refugiarse en su soledad invisible. ¡Ah, la soledad!, ese templo de sabiduría cuando la abrazamos como aliada. En fin, ahí seguía yo y mis lágrimas continuaban irrefrenables. “Las nenas se van a dar cuenta de que lloré”, pensé para mis adentros mientras me refregaba la nariz con mi muñeca, “¡El Covid ! ¿Me puse alcohol en las manos? No hay que tocarse la cara”, me dije después y concluí que no me importaba que alguien me viera l...
En el día a día, a veces es un desafío mantenerse fiel a uno mismo, a la propia esencia e identidad. Lo urgente opaca lo importante y, sin darnos cuenta, corremos el riesgo de aplazar nuestros proyectos, dudar acerca de quiénes somos y cuáles son nuestros verdaderos objetivos de vida. En este espacio propongo que tomemos las riendas, reafirmemos nuestra identidad y nos animemos a abrazar la vida para avanzar hacia nuestros sueños con paso pequeño o grande, pero decidido y lleno de amor propio.