Allí estaba, recostada a unos centímetros de un cuerpo que me provocaba una profunda soledad doliente . En el silencio de la noche helada mi alma lloraba sin emitir sonido alguno. Deseaba huir, pero aún no encontraba la puerta hacia mi libertad. Sin embargo, algunas veces, esta parecía dibujarse en la inmensa oscuridad, ¡Una salida!, exclamaba muda, ¡está tan cerca!, tan solo debo encontrar las llaves perdidas en algún rincón del océano de mi ser. ¿Pero dónde están? Hundidas en algún hueco misterioso demasiado pequeño, aun para mis largos dedos... La mañana, por fortuna, traía consigo esa energía especial que siempre amé. Inmutable, me despedía con fingida sonrisa y escapaba hacia el mar gélido de aquella Tierra del Fuego misteriosa. Observaba a mi alrededor la escasa vegetación árida azotada por un viento áspero, las pequeñas olas acompasadas, el extraño azul de las aguas, la costa de piedras y las aves siempre valientes en un vuelo que parecía sacrificad...
En el día a día, a veces es un desafío mantenerse fiel a uno mismo, a la propia esencia e identidad. Lo urgente opaca lo importante y, sin darnos cuenta, corremos el riesgo de aplazar nuestros proyectos, dudar acerca de quiénes somos y cuáles son nuestros verdaderos objetivos de vida. En este espacio propongo que tomemos las riendas, reafirmemos nuestra identidad y nos animemos a abrazar la vida para avanzar hacia nuestros sueños con paso pequeño o grande, pero decidido y lleno de amor propio.