“No pierdas las esperanzas”, me encontré diciéndole a una amiga la otra noche . “Lo que tenga que pasar con él, pasará”, rematé y, al hacerlo mis otros yos, sarcásticos, se burlaron de mí y se retorcieron de la risa. Es que nuestras palabras esconden cárceles y liberaciones y esa expresión, ESPERANZA, es un término que creo que contiene un poco de aquellos dos mundos contrariados . Desde muy joven, tengo una relación de amor odio con esperanza , una de las palabras más adoradas y utilizadas en nuestro idioma . Una que en español la siento agridulce. La escucho bella, positiva, prometedora con sus aires de “mañana será mejor”, “todo llega a su debido tiempo” y sus “será cuando deba ser”. Ella fluye tan paciente, tan futurista, tan colmada de posibilidades y tan, pero tan... esperanzadora. Pero a veces cae en un estado de pura espera . Y t anta es la espera, que en ...
En el día a día, a veces es un desafío mantenerse fiel a uno mismo, a la propia esencia e identidad. Lo urgente opaca lo importante y, sin darnos cuenta, corremos el riesgo de aplazar nuestros proyectos, dudar acerca de quiénes somos y cuáles son nuestros verdaderos objetivos de vida. En este espacio propongo que tomemos las riendas, reafirmemos nuestra identidad y nos animemos a abrazar la vida para avanzar hacia nuestros sueños con paso pequeño o grande, pero decidido y lleno de amor propio.