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A veces cuesta dejar ir

“Hay que dejar ir a las personas que ya cumplieron un ciclo en nuestras vidas”, me dijo una conocida hace poco. “Llegaron para enseñarnos algo y, en muchos casos, cuando el propósito ya fue cumplido no permanecen, siguen viaje”. 

Mientras la oía miré a mi alrededor. Me encontraba en un espacio cálido y que mis ojos veían por primera vez. Allí todo olía naturaleza cítrica y por el ventanal entraba una luz suave pero mágica. Una especie de halo que nos permitía respirar paz. Observé el té, que me esperaba servido y humeante, y sonreí. Adoro el té y más si me aguarda en tazas tan delicadas, de estampado clásico, como aquellas que reposaban en una pequeñísima mesa ratona. “Sí, puede ser”, le dije mientras mis labios se deleitaban con el tacto de la infusión. 

Después de aquel encuentro regresé a trabajar con una sensación liviana, casi dulce. Y muy pensativa. 

No sé si adhiero mucho a la idea de destinos y propósitos, aunque sí creo firmemente en las enseñanzas que se develan cuando dejamos ir aquello que pareciera que ya no puede, no debe o no quiere ser parte de nuestras vidas. 

Siento que en nuestro pasaje por este mundo, uno tan enredado y fascinante, nos toca relacionarnos, ser en sociedad, y en esa travesía nos descubrirnos complejos, bellos y dañados. 

Así, en el camino, nos arrimamos a personas maravillosas y que muchas veces funcionan como un par de pulmones extra para días de especial ahogo, y otras que resultan tan densas que nos dañan de manera profunda. Hay relaciones claramente letales que nos ciegan y de las que cuesta salir. Y, a veces, no se sale nunca. ¿Hay aprendizaje en esos casos? No lo creo; o al menos no lo hay para quien se halla encadenado. Tan solo parálisis y miedo permanente hasta el final de los días. Por ello, si logramos librarnos de los nudos imposibles que forjan ciertas almas atormentadas, habrá habido daño y quedarán cicatrices, sí, pero prevalecerá la enseñanza.  

Evidentemente, todo aquello que toca nuestras vidas, incluso lo más doloroso, nos deja huella y aprendizaje. En los casos dañinos, solo entenderemos la dimensión del mensaje si logramos alejarnos para observar en perspectiva. 



Pero a veces en la vida no son sólo a las personas tóxicas a quienes debemos dejar ir... 

Están aquellas otras relaciones de amor, familia o amistad, que se diluyen en el tiempo casi sin explicación. Personas que se unen en nuestro viaje y que pareciera que van a acompañarnos por siempre; rostros, gestos y sonrisas que creemos que nunca jamás dejaremos de ver. 

Sin embargo, un día dejan de estar, y no porque hayan partido de este mundo.

Y muchas veces no encontramos una explicación sólida a semejantes giros de la vida. Y duele. 

Es que cambiamos y no siempre a la par. A veces sucede que con la adultez las responsabilidades se multiplican y los tiempos se acortan; no disponemos de esa misma cantidad de horas para transcurrirlas simplemente hablando y debatiendo acerca de los amores y los sueños. 

A veces lo que sucede es que un día nos levantamos decididos a que es hora de dejar de hablar de esos amores y de esos sueños, y cumplirlos. 

Horas y horas teorizando acerca de que no hay que poner la energía en dilucidar los logros de los otros, sino que hay que focalizarse en los propios; de que no es productivo poner todo nuestro esfuerzo en los problemas ajenos, sino que es tiempo de habitar nuestros cuerpos, nuestras propias vidas para, efectivamente, vivirlas. Porque nadie más lo hará por nosotros ni nosotros debemos hacerlo por los demás. 

Y así, el día en que tanta conversación y tanta teoría se abre paso para dejar ingresar a la acción, nos damos cuenta de que, por ese camino, el de concretar nuestros propios sueños, nos queda menos tiempo para tanto de lo otro que veníamos haciendo. Con ello llega la oleada de contradicciones. 



Una vez más la existencia bifurcada. En cada elección de vida hay algo que debemos dejar ir. 

Personalmente, y no con poca dificultad, finalmente entendí que para que mis metas no queden solo en sueños, debo dar todo de mí. El 110 %. Y lo tengo que hacer hoy. No mañana.  

Y creo eso no significará desaparecer ni querer menos a las personas de nuestras vidas. Pero sí será distinto, se transformará; lo hará porque en el camino de decidir que ya es hora de tomar las riendas de nuestras vidas para acercarnos a nuestros objetivos más íntimos, el tiempo dedicado a nosotros mismos deberá ser mayor. Más para nosotros será inevitablemente menos para otros; o distinto para los otros. Ya no nos estamos juntando con ellos para hablarlo; ahora estamos ahí afuera, haciendo. 

Y al principio a todos, pero todos, nos cuesta. Ordenarnos, focalizarnos, administrar nuestras culpas, nuestras presencias y ausencias. Pasa al emprender una relación de amor seria, al tener hijos, al encarar un emprendimiento o cualquier otro sueño como puede ser el de querer mejorar en un arte o un deporte de manera comprometida: necesita dedicación y de un período de adaptación y de energía extra necesaria si queremos que trascienda y cobre protagonismo en nuestras vidas.  

Entonces, y por esa misma razón, siento que surgen dificultades en ciertas relaciones. No siempre comprendemos, no siempre nos adaptamos a las nuevas realidades y tiempos de los demás. A veces esperamos, sostenemos y entendemos que son instancias de vida. Otras veces no podemos o no queremos hacerlo. Y cuando necesitamos algo que creemos que ya no nos pueden dar, nos alejamos. Me tocó no comprender y me tocó que no me comprendieran. No está ni bien ni mal, supongo. Es. Pasa. 

Y así, inesperadamente, seres que siempre creímos que serían parte de nuestra cotidianidad, toman otra conexión en el viaje de la vida. 

No es culpa de nadie.  

Tal vez en otro momento volvamos a elegir el mismo destino y allí nuestras sonrisas se reencuentren para hablar de amores, los sueños cumplidos y los nuevos por cumplir. 

Separarse de la especie por algo superior, no es soberbia es amor. Poder decir adiós es crecerGustavo Cerati. 



Ustedes, ¿creen que las personas vienen a cumplir un propósito determinado en la vida?  
Beso, 
Cari 
    

Comentarios

  1. Todos venimos a esta vida a cumplir una mision, un gran abrazo.desde mi alma.

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  2. Estoy convencida que todo pasa por algo toda persona que se cruza en nuestra camino es por algo

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