Hace tan sólo unos días me encontré llorando en silencio al escuchar la historia de vida de una artista que admiro. La realidad es que en la misma no sucedía nada en extremo grave; su relato intenso en emociones podría haber correspondido, en menor o mayor escala, al de otras almas que caminan en esta tierra. Era una historia sobre nuestras búsquedas, sobre el perderse y luchar por reencontrarse, sobre el sentido de la vida y el significado del éxito y del "estar bien".
De niña, ella había crecido entre padres que discutían cada día por dinero y que luchaban incansablemente por no caer en la pobreza. En el rostro de su madre, que trabajaba en un salón de belleza como manicura, la pequeña podía ver las sonrisas fingidas detrás de una mirada inundada por la tristeza.
Un día, cuando la pequeña futura artista fue lo suficientemente grande, su madre le explicó que no había nada más frustrante que luchar por traer el pan a la mesa hasta el punto de delegar la propia vida: "No quiero que repitas mi experiencia. No quiero que pases por mis miserias", le rogó, "Mi sueño es que estudies medicina, tengas un buen pasar y puedas ser exitosa, a diferencia de tus padres".
Con ojos grandes y casi adolescentes, ella pudo ver en su madre las penas cargadas de toda una vida. Entonces, se prometió a sí misma cumplir aquel deseo: ser lo suficientemente exitosa como para que su mamá no tuviera que trabajar nunca más y pudiera vivir sus años de retiro en paz y en una casa propia.
Durante los siguientes años, sus padres ajustaron sus gastos al extremo y destinaron cada centavo de los ahorros para el futuro universitario de su única hija. Todo indicaba que la joven tenía su destino signado.
Entonces, llegó ese día en el cual ella dejó su hogar para perseguir el sueño del éxito.
Y fue muy infeliz. Lo fue, porque ella amaba las artes con toda su alma y la medicina, ajena a su esencia, le estaba apagando su corazón.
Trató de ignorar sus emociones hasta que, un buen día, no aguantó más, llamó a su madre y le dijo: "Voy a estudiar artes. Pero mamá, te prometo que voy a ser exitosa, y te prometo que no vas trabajar más y vas a tener la casa más hermosa del mundo". Su madre lloró con desconsuelo, convencida de que la hija repetiría su historia de vida.
Pero, al contrario de lo esperado, ella cumplió su promesa. Con su arte trabajó incansablemente. Trabajó cuando el mundo dormía, trabajó cuando el mundo salía, trabajó cuando todos se divertían y, entre redes y talento puro, se transformó en una estrella dentro de su especialidad. Alcanzó éxito y fama y, al comienzo, se sintió feliz. Después, perdió a su niña interior y a su sonrisa.
¿Acaso no quería ser exitosa? ¿Y acaso no lo había logrado? Había podido retirar a sus padres, podía comprarse lo que quería y todo lo había logrado con su arte, ¿por qué entonces se sentía tan pero tan triste? Se había vuelto fría, distante y nada la llenaba. Ahí estaba ella, con éxito y dinero, pero sin poder comprar su felicidad.
Entonces, con su plata, decidió que iba a comprar lo único capaz de devolverle su espíritu puro, su esencia olvidada: se compró tiempo.
Tiempo para respirar. Tiempo para pensar. Tiempo para reencontrarse. Tiempo para volver a empezar. Aunque eso significara abandonar la fama y caer en el olvido. Aunque le "costara" dejar atrás el éxito.
Y en eso está ella hoy, preguntándose sobre el sentido de la vida y sobre qué es, en definitiva, ser exitoso.
¿Qué es ser exitoso?
El otro día, ante la pregunta sobre cómo estaba un conocido, la respuesta fue "Excelente. Le va tan bien que hace lo que quiere, viaja a donde quiere y tiene lo que quiere".
Esas palabras me dejaron pensativa. ¿Por qué será que tendemos a relacionar el cómo estamos con cuánto tenemos en la vida a nivel material? ¿Por qué será que percibimos como exitosos a aquellos que tienen dinero y poder?
Me vuelvo a preguntar, ¿qué es ser exitoso?
Vivimos en un mundo signado por el consumo. Uno en donde nacemos, crecemos y nos educamos dentro en un sistema que asocia nuestro grado de felicidad con las posesiones que tenemos. Celulares, autos, jeans de marca, carteras de lujo, casas en barrios exclusivos, pulseritas verdes con acceso al VIP de la disco, del recital o del viaje al Caribe tan soñado. Entonces, con recelo, nos miramos de reojo en esas largas filas que nos distinguen de aquellos que tienen ventajas.
Así, por ejemplo, en nuestros viajes nos subimos a aviones y espiamos los asientos de primera pensando "Ufff, aquel lo logró. Alcanzó el éxito", y llegamos a nuestra ubicación apretujada del 24 b, entre pasillo y ventana, un poco más frustrados y preguntándonos si algún día nos tocará viajar con preferencias. Y, sin darnos cuenta, ya arrancamos nuestra travesía un poco menos felices, porque así vivimos, rodeados de la idea de que la felicidad es una cuestión de privilegios.
Irónico, Aristóteles Onassis decía que todo se reduce a fingir. Proclamaba: "Para lograr el éxito, mantenga un aspecto bronceado, viva en un edificio elegante, aunque sea en el sótano, déjese ver en los restaurantes de moda, aunque sólo se tome una copa, y si pide prestado, pida mucho".
Pero al final del día, en la vida podemos tener dinero, fama e, incluso, poder, pero si no tenemos amor, no tenemos nada. Podemos tener accesos a fiestas, pero si en el camino desdibujamos nuestra personalidad, no tenemos nada; podemos tener grandes experiencias de viajes por el mundo, pero si en el trayecto nos olvidamos a nuestro niño interior, no tenemos nada.
Emerson decía que "El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene".
Así, la artista de mi historia deseaba tener éxito con su arte y lo logró, pero no lo disfrutó, porque en realidad todo lo había hecho sin libertad, lo había hecho por sus padres, olvidándose de quién era ella. Para ser feliz supo que debía dejar su fama y permitir que los demás la olvidaran, simplemente porque, peor que el hecho de que los demás te olviden, es olvidarse a sí mismo.
En definitiva, creo que un ser humano puede autoproclamarse exitoso si en su lecho de muerte es capaz de afirmar: "Amé y fui amado y en el camino respeté mis principios, mi identidad, mi esencia. Fui libre".
Para despedirme dejo este tema, de este enorme artista:
Y pregunto, ¿Qué significa para ustedes el éxito?
Beso,
Cari
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